Es la menor o mayor facilidad que tiene el hormigón fresco para deformarse. Varía con multitud de factores: cantidad de agua de amasado, tamafio máximo, granulometría y forma de los áridos, etc.; el que más influye es la cantidad de agua de amasado.
Existen varios procedimientos para determinar la consistencia, siendo los más empleados el cono de Abrams, la mesa de sacudidas y el consistómetro Vebe.
El cono de Abrams es un molde troncocónico de 30 cm de altura (fig. 5.1) que se rellena con el hormigón objeto de ensayo. La pérdida de altura que experimenta la masa fresca del hormigón una vez desmoldada, expresada en centímetros, da una medida de su consistencia.
La mesa de sacudidas sirve para someter a una masa de hormigón fresco, de forma determinada, a una serie de sacudidas normalizadas, midiéndose el escurrimiento experimentado. Es un método más preciso que el anterior y, por tanto, preferible cuando se trata de instalaciones fijas.
El consistómetro Vebe es una variante del cono de Abrams que se emplea para hormigones muy secos (que darían asiento nulo). La consistencia se mide por el número de segundos necesarios para que el tronco de cono formado por el hormigón con el molde de Abrams experimente, sometido a vibración en mesa, un asiento determinado.
Los procedimientos indicados y los métodos operatorios correspondientes. Ninguno de ellos debe usarse con tamaños de árido superiores a 40 mm, en cuyo caso es necesario cribar previamente por el cedazo de dicha abertura y prescindir del material retenido.
Los hormigones se clasifican por su consistencia en secos, plásticos, blandos, fluidos y líquidos, como se indica en la tabla 5.1. La consistencia líquida no es admisible para hormigón armado.
Figura 5.1 Cono de Abrams
TABLA 5.1 CONSISTENCIA DE LOS HORMIGONES
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